lunes, 14 de diciembre de 2009

Las intermitencias de la muerte


Saramago ha vuelto a emocionarme. Cómo lo hace es un misterio que sólo él y yo intuimos desde que un día decidió presentarnos la mariposa. La muerte en huelga, en comunicación con lo vivo, la vanidad de lo vivo y de las formas humanas de vida, la fatuidad de lo aparente y de las ocupaciones mundanas y mundiales, la muerte humana y el amor que todo lo puede, lo único que se mantiene a nuestro margen y a nuestro pesar. Nadie deja huella, nada permanece, nadie es testigo de nuestras importancias ni de nuestras miserias, haciéndolas equivalentes unas y otras, sólo queda la Belleza, ya sin dueño ni señor y ésa es la única por la que la muerte, en minúscula, puede perder los papeles y renunciar.

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