martes, 12 de enero de 2010

Hijos de caín


A vueltas con saramago, qué se le va a hacer, por suerte a veces soy de ideas fijas y obsesivas y encantado me he quedado con su caín y con lo que destila. Es hora y siendo tarde viene como agua de mayo que se trate con el debido respeto el imbebible sustrato historiado del acervo cultural que dicen es nuestro, el sentido literal y recto de las palabras es el que debe ser utilizado para la correcta interpretación de los textos y más si tales pretenden ser ejemplificantes y directores de comportamientos e informadores de relaciones; no valen tamices adaptativos ni tendenciosos ni acomodaticios, lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible y lo que creo que es, probablemente lo será y merece el respeto que merece ni menos ni tampoco más, y en los casos del dios que nos fundó, si no merece ninguno pues tal debe de tener. Saramago ironiza con mirada infantil y a la vez socarrona con determinados episodios bíblicos dejando entrever que la mano que escribió algunos de ellos no sólo dejaba clara la humanidad de la autoría sino también el encono y perturbación que informa la mente que la lleva, de este modo, directo y lleno de sentido común básico nos alumbra sobre lo ridículo y absurdo que resulta sostener la sacralización de semejante texto y lo negativa que su influencia ha sido y esta siendo para la riqueza de las relaciones humanas. Es tan claro que parece mentira que pueda discutirse, pero así es, qué se le va a hacer la mayoría prefiere las tinieblas. Un abrazo.